13 mayo 2010

Furia: 02b. Humillación


Antonio bajó la mirada, consiguiendo que el cuerpo de Benjamín tiemble.

- Suéltame…- Pidió Benjamín de forma sumisa al creer que lo pondrían en la estaca otra vez. Esa docilidad falsa y repentina enfureció todavía más a Antonio ¿Cómo se unen la mansedumbre y la valentía en el mismo momento?
- No estoy dispuesto a hacerlo, después de todo, eres mío ¿no lo has dicho mil veces?
- ¿Qué? –

Las pupilas marrones se dilataron al comprender Benjamín que esta vez Antonio no se detendría con unos simples azotes.


- Así me gustas hermano- Dijo Antonio con una nota de regodeo en la voz, entrecerrando sus ojos vacíos- Tengo que ser un poco más severo en esta ocasión para que puedas de una vez por todas comprender lo que hago contigo. Lamento que me obligases a llegar a este punto, pero si entiendes prometo que no volverá a suceder otra vez -
- Para… - Ruega el joven mientras la cara de Antonio se aproxima más a la suya.
- No te dejaré ir, tienes que entenderlo Benjamín: hemos nacido para convertirnos en una sola nación, un solo pueblo bajo el amoroso manto de nuestro Rey- Una especie de sonrisa le deforma la expresión a Antonio.
- Detente España… -
- Seremos una sola España, a fe mía que de una forma u otra lo conseguiré-

Antonio busca la boca de Benjamín y fuerza un beso. Hace mucho que la cólera guía sus pasos, esa rabia fría y demoledora que nace de un amor sin sentido. El muchacho se resiste intentando empujarlo, pero antes de notarlo ya ha sido aferrado su cuerpo por los brazos pétreos de su dominador, no hay escapatoria, no importa cuánto dé vueltas buscando una solución en su cabeza. España disfruta mucho con la oposición, esa reticencia que pone de manifiesto el poder que Chile guarda en su corazón y que en primer lugar le hizo fijarse en él cuando era apenas un niño balbuceante.

“Sigue peleando. Nada impedirá que te haga mío una vez y otra”

La boca de Antonio es un hierro ardiente sobre la lengua de Benjamín. Desesperado, intenta dejarse caer para zafar, pero su hermano es más astuto y se arrodilla junto con él para no soltarlo ¿Cómo liberarse?

España retrocede entonces recorrido por un dolor punzante. Chile le ha mordido la lengua, sino se la arrancó fue por pura suerte.

- ¡Eres un cerdo!- Exclama Benjamín aterrado quitándose la sangre de la boca con un puño cerrado.
- Sigue peleando, me gustas cada vez más. No hay mayor placer que ver vencido al que te afrenta-

El muchacho echa a correr aprovechándose del dolor de Antonio. El sabor a sangre en su paladar parece aclararle las ideas y su mente deja fluir palabras y más palabras ahora que comprende cuál es el interés que Antonio dejó caer sobre sus espaldas, qué es lo que lo ha diferenciado de sus otros hermanos.

La resistencia.

España se pone en pie rápidamente, atenazado por el dolor que recorre su cuerpo en oleadas apasionantes. Debe cazar a Benjamín a toda costa, lo someterá y si debe quebrarle la voluntad, no dudará por un minuto más en hacerlo.

-Corre, corre. Serás mío al final- Se dice sonriendo con sus labios rojos e hinchados. La espalda de Benjamín se encuentra tan cercana, puede cogerla con la punta de sus dedos…

Chile ya no se escabulle más, ambos cayeron al suelo y él, en un último intento por evitar el ultraje, se deja someter. Antonio lo voltea para encontrarse de golpe con esos grandes ojos cafés mirándolo con desilusión y congoja sin derramar una sola lágrima; ya no hay ni oposición ni amor allí dentro, sólo una vacía, renunciada entrega. Tras mirarse por un instante, Chile cierra sus párpados esquivando el rostro, sus brazos inertes sobre el suelo, las huellas de los azotes palpitantes en su espinazo, carne que está gritando por más y más posesión de parte de aquel hombre con ojos color veneno.

- Hazlo si te complace. Aún sigues siendo el amo- Deja salir Benjamín con la voz hueca.

Antonio entonces da rienda suelta a sus impulsos. Con manos livianas desata el pañolón en el cuello de su hermano menor y lo amordaza en una tentativa para enojarlo más. La camisa queda abierta exhibiendo la primera herida que le hizo a su hermano; un surco a punta de espada que lame con su lengua húmeda buscando reencontrarse con esa corriente sensual que lo invadió cuando su hermano lo mordió.

Tantas palabras acuden a su mente ahora sin que la boca les permita salir, transformándolas en más ansiedad, en más rabia, en más frustración.

La ropa cede fácilmente ante las intenciones de Antonio, sus ojos devorando la piel morena que se le ofrece sin fuerza. Con un roce enérgico en el pecho consigue que a Benjamín se le ponga la carne de gallina y deje salir un gemido que acaba por decidirlo: Quiere verlo retorcerse de placer para probar nuevamente esa rebeldía que tanto lo estimula; “someter”, “poseer”, “romper” son las palabras que pueden expresar mejor el apetito animal que se va apoderando de sus miembros. Apresa el cuerpo anhelado entre sus piernas, toma por las muñecas esos brazos inertes y sin demorar más vuelve a la carga, la boca herida intentando recuperar el sabor a sangre que ha dejado en los labios de su hermano menor.

Es exquisito. El aroma a miedo y hambre recorre cada célula; Benjamín quiere esto en parte, es lo que ha buscado por todos los medios durante los años irreverentes apoyando a los patriotas. No hay forma de confundirse, sobretodo cuando con cierta timidez éste corresponde a su intrusión, abriendo más su boca para acogerlo a través de la tela que le amordaza.

- ¿Es lo que querías desde siempre?- Pregunta en un susurro Antonio. La única respuesta es una sonrisa desdeñosa seguida por un fuerte empellón que lo deja tendido de bruces sobre el suelo sembrado de objetos rotos. Con brusquedad el joven se desembaraza del pañolín de seda, pisoteándolo después.

- Nunca volverás a tocarme – Declara con un dejo de indignación, una rodilla en el suelo y la frente en alto- Al fin me muestras tus intenciones. Tras tu sonrisa se esconde una criatura vil-.
- ¿Tú crees? – Revira Antonio abriéndose la chupa a tirones para seguir después con su camisa de seda blanca- Me perteneces, crío insolente. Haz todo el esfuerzo que quieras, te haré parte de mí, me aseguraré de que nunca olvides este día –

Benjamín tienta un nuevo escape que resulta infructuoso porque Antonio se interpone en su camino y lo lanza de nuevo al suelo. Le pone de bruces ahora, asegurándose de cargarle su cuerpo sobre la espalda para imponer  su presencia. El fajín de Chile sale a tirones, poco a poco va quedando desnudo y vulnerable para su amo sonriente.

Fascinado, Antonio admira esa espalda masacrada. Contemplar el producto de su disciplina le produce un pecaminoso goce.

“Es la belleza que posees, hermano menor. Indómito, ni siquiera los golpes doblegan tu voluntad  ¿Cómo no ser vasallo de tu rebeldía? No debo consentir tus arrebatos, sin embargo los contemplo con el corazón lleno de complacencia. Es tan contradictoria la ensoñación junto a ti, creo que podría matarte si así evito que te sueltes de mi mano”

Benjamín percibe los jadeos de Antonio en su espalda y teme. Nunca oyó cosa semejante, sin embargo su cuerpo le anuncia con un escalofrío que él le acecha como hace el león con la presa; sin importar la estrategia adoptada esto saldría de la peor forma imaginable para él.

- Una sola nación… Seré dichoso cuando te vuelvas parte de mí por completo y pueda al fin disponer de tu furor pertinaz – El aliento de Antonio se pegó en los oídos de Benjamín como una caricia humillante. La pretensión de hacerlo desaparecer despertó nuevamente su fiereza pero era muy tarde para escapar del toque lúbrico de su hermano mayor; el sexo ávido se restregaba contra sus propias nalgas humedeciéndolo todo a su alrededor.
- ¡Dé…!- El aire se queda atascado en la garganta del muchacho cuando su hermano mayor hunde dos dedos en la carne blanda que hay bajo el nacimiento de su mandíbula.- No hables, te ahogarás más rápido- Es la amenaza enronquecida  por el deseo- Si forcejeas te asesinaré, no me importa perderte después de probar tus entrañas, hermano – lento ondula la carne hacia él, abriéndose paso gracias a su propia humedad mezclada con el sudor helado de Benjamín. Esto hace del primer embate una experiencia aterradora y sensual a un tiempo, el miembro del joven sodomizado no consigue más que el apretón del piso como único consuelo a su condición lastimosa, obligándolo a estrujar los dientes para no pedir nada que haga la situación más denigrante todavía. Los dedos en su cuello mantienen el peligro, poco a poco las fuerzas le van abandonando y el mareo viene burlón a revolver los objetos en la habitación, distorsionando los ruidos del exterior hasta hacerlos parecer olas del mar.

Cada movimiento hace más intensa la sensación de vergüenza en Chile. Hiere saber que esto le provoca tanto encanto como disgusto, duele saber que no es diferente de las personas a las cuales defiende, destruye saber que es deseado de esa forma tan cruel… Excita saberse poseído por alguien a quien quería mucho, la suciedad ahora les envuelve a ambos, han dejado de ser diferentes por fin.

“Soy igual a él…” Piensa Benjamín de forma incoherente, la cabellera chocolate cayéndole en la cara, sus ojos entrecerrados por la inconsciencia “¿De verdad me matarás, España? ¿Justo ahora que soy igual a ti? No te atrevas a arrebatarme la vida este día, tengo que vivir para devolverte el favor…”

Poco a poco Antonio recupera el bienestar de estos momentos en que sólo el instinto guía sus acciones. Ha olvidado que lo que hace es un crimen, no recuerda que está asfixiando lentamente a la persona bajo él, sólo la idea de desahogar toda la tensión le anima el cuerpo. Y por primera vez puede comprender qué ha sido Chile para él, al detenerse por un instante para introducirse mejor en su compañero: No tiene hermanos, son sólo siervos ¿Qué importa si sienten o si mueren? ¿Qué importa, si ellos jamás retribuyeron las atenciones o se mostraron agradecidos?

“Yo siempre les fui fiel, los defendí de Francia y de Portugal a costa de mi propia salud. Cada día pensé en ustedes, en cómo entregarles comodidades, educación, amor, yendo de un lado al otro del continente bajo lluvias terribles, azotado por un sol impío o envuelto por una lluvia sin final. Jamás lo viste Benjamín, mi dolor, mi llanto, mi felicidad. Quieres ser un cuerpo que se usa y se desecha ¿verdad? Te concederé este capricho como los anteriores, así se me caiga un trozo del alma”

No se contuvo entonces de gritar, gemir o estrujar la carne bajo sus dedos, cada rincón merecía ser ocupado otra vez y otra más. El ruido de su pelvis chocando contra la piel de Benjamín lo elevó al éxtasis, la oposición dentro de su hermano le pareció entonces un manjar por el cual vale la pena perder la vida, más y más adentro, no hubo una doncella antes o después que ofreciese tal delicia a cada uno de sus sentidos.

- ¡Ahora nunca dejarás de pertenecerme! –Resopló contra la nuca de Benjamín en el momento final, justo antes de estallar en todos los sentidos de la palabra. Un vahído infernal vino a él tras el orgasmo tal fue su intensidad y dándole al muchacho un apretón en el cuello que le quitó la conciencia, se entregó al cansancio.

**

“Tengo que salir de aquí”

Una sonrisa hueca y helada dominó su rostro mientras se ponía en pie, tomaba sus ropas y se arreglaba para salir. Ya no sentía amor por Benjamín, un profundo desprecio le envenenó con rapidez el corazón. Una vez listo, tocó con la suela de su zapato la mejilla de su hermano, despertándolo.

-Vete a ensillar mi caballo, mestizo – Fue su áspera despedida.


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