21 mayo 2010

Furia: 03.a Amargo

- ¡No sigas haciendo eso, weón! – Acabo por gritarle. Lo odio con todo mi corazón - ¿Por qué sigues riéndote? ¿Te parece gracioso verme aquí? ¿Te gusta que esté así? -
- Puedes golpearme, yo no me defenderé – Replica con suavidad.

Claro que voy a moretearte hasta el alma, weón de mierda.

Lo tiro al suelo con un empujón, me subo sobre su estómago y permito que la rabia y el enojo me posean, necesito dejar salir hasta la última gota de esta venganza. Su carne cede bajo mis puños, la boca le sangra pero no soy capaz de borrarle la estúpida sonrisa de los labios. Lo tomo de las solapas y le azoto la cabeza contra la alfombra roja, todo lo que quiero es sacarle hasta el más mezquino rastro de oxígeno de los pulmones, si me hubiera acordado, tendría la manopla en mis nudillos, pero siempre se me olvidan las cosas importantes cuando salgo de mi casa.

- ¡¿Qué mierda te tiene tan feliz?! ¡Córtala weón! ¡CÓRTALA!-

No hay caso; él sonríe todavía, a pesar de su ojo morado y de que seguramente le he soltado un par de dientes.

Por mi cabeza pasa el recuerdo del disparo y con todas las fuerzas que me quedan tras pegarle por tanto rato, descargo sobre su hombro izquierdo mi mejor golpe. Así consigo que pare de reírse; en sus ojos veo auténtico espanto mientras su cuerpo tiembla vencido bajo el mío.

- ¡Para Manuel! – Una fuerza ajena me separa de mi enemigo. Al voltearme percibo a Francis (diez centímetros más alto que yo y envuelto en un frac ridículo) sujetándome por la espalda.- ¡Está casi desmayado! – Añade con indignación.
 - ¡Es lo mínimo que espero después de todo lo que le he pegado! ¡Debería volarle la cabeza a puñetes! –

Francis me obliga a estar de pie así que me conformo dándole a Antonio una patada en las costillas.

-Al menos no olvidé ponerme los bototos hoy- me digo mientras él se encorva y escupe sangre.

Me alejan un poco más de Antonio para asegurarse de que no le saque la cresta de nuevo.

-¡¿Estás loco?! ¡Vas a matarlo!- Me regaña Francis.
- Muerto debería estar este infeliz ¡Suéltame maricón! ¡Quiero que se lo lleven por capítulos de aquí!- Le replico, intentando zafarme de sus brazos.

Antonio tose sin parar, tal vez recuperando el aire que le saqué con el último revés, su vista fija en la mía. Se ve tan desorientado que no atina a tocarse el hombro y da un par de manotazos en el aire antes de azotarse la cabeza en el piso.

-¡¿Ves lo que consigues, Manuel?! – Sigue sermoneándome Francis. Lo bueno es que me suelta. – Lo dejaste inconciente -
- ¿Y? no me produce un gran remordimiento que lo recalques – Replico rearmando mi coleta sin siquiera mirarlo.
- Ayúdame a llevarle hasta su habitación – Me pide haciendo un esfuerzo por despegar del piso a Antonio.
- NO-
- Manuel me ayudas o te agarro el culo –
- Te saco la cresta… -
- Está bien, como gustes –

Tras algunas maniobras Francis se echa sobre los hombros el cuerpo de su hermano y se lo lleva al segundo piso, escalón por escalón. Seguramente los otros armarán la grande cuando lleguen, me da lo mismo si a mi jefa le da un soponcio y hay que llevarla arriba igualmente,  aún no he podido desprenderme de la rabia que traigo encima.

- Lo he puesto a descansar – Me comunica Francis bajando las escaleras al tiempo que se reacomoda la bufanda de seda sobre los hombros – Me alegra haber llegado a tiempo-
- Por un instante creí que me entendías, pero obviamente estás del lado de tu hermanito querido – Comento, sentándome en el sofá. No me queda mucho más por hacer, no atacaría a alguien que no puede defenderse. – No tenías razón para meterte –
- Claro que la tenía – Revira él sentándose a mi lado- Mira, no importa cuánto hagas por negártelo, Antonio es tu hermano mayor y España es la Madre Patria de tu país –
- ¿YYYYY?-


Francis se acomoda el pelo con una mano, parece que me cree una persona particularmente estúpida; el hecho de que sea mi hermano sólo agrava y perpetúa la falta que cometió contra mí y mi país, me es imposible olvidar quién es, capitán obvio.

- A pesar de todo lo sucedido él te ama – Acaba por decir. Yo dejo escapar un suspiro en tanto ordeno la ropa desastrada por el trajín. Debería notar que intento ignorarlo – No sé qué sucedió allá, sin embargo sé que a él el duele. Cuando Antonio llegó en la jaula a la que lo confinaste estaba como poseído por la rabia a lo que sobrevino un profundo estado de melancolía.

>>Pasó semanas encerrado en su habitación sin recibir ni la comida que le dejaban en la entrada (yo me enteré de esto por mis espías de entonces, claro). Llamó a un cura tras tres días de ayuno y se encerró con él durante varias horas. Después supe que le impusieron como penitencia trabajar muy duro en los campos;  sólo dejaba sus tareas para volver a América del sur a dirigir algunas campañas militares, siempre contra su voluntad. Discutió intensamente con el rey y con su sucesor porque no pretendía seguir en empresas tan violentas como la de la reconquista e intentó distraerse en el campo día tras día. No sonreía, no comía, no tenía ganas de nada más que recoger sus endemoniados tomates hasta desmayarse -
- ¿Algo más que agregar, O ya llegó el momento en que me pongo a llorar conmovido por semejante ejemplo de sacrificio?–
- Nada ablandará tu corazón ¿verdad? –
- Francis, tal y como has señalado durante todo el santo día, no tienes ni idea de lo que me hizo mientras estuve bajo su tutela .Nada de lo que puedas decirme va a cambiar mi percepción de él o del rencor que le guardaré el resto de mi vida-

- Sólo quiero disculparme ¿no lo ves? –Por alguna extraña razón Antonio podía hablar todavía. Sentado en el rellano de la escalera me miraba con fijeza y arrepentimiento – Lo sé, Manuel: te hice daño a ti y a tus hermanos, no puedo más que aguardar a que tú también puedas ver lo dolido que estoy conmigo mismo por todo esto y entiendas que desde ese día trato de pagar mis culpas -
- Quiero venganza, tu arrepentimiento vale hongo-
- Si pudiera morir, lo haría para satisfacerte. No gano nada explicándote qué pensaba entonces, sé que estuvo mal… Esto es completamente inútil- Murmura ofuscado al entender que yo no iba a correr para abrazarlo y lloriquear en su pecho como él quería.

-Lo es, en efecto – Interrumpió Francia mortalmente serio. – Vete a tu cuarto y quédate allá- Antonio le obedeció moviéndose con pasos pesados, en completo silencio. Por alguna razón al verlo con la espalda doblada y el paso traposo algo en mi corazón se contrajo de pena.

“Lo… ¿vencí?”

Es confusa esta sensación. Ahora no se ve orgulloso, alegre o fuerte, sino todo lo opuesto; puedo contar los años y los dolores en su cara, en la forma en que la espalda se le encorva mientras se mueve.

-Dile a la jefaza que me fui por esta noche a la cresta –Le digo a Francia caminando muy rápido hacia la puerta de salida.
- Espera… ¿Dónde es eso?-
- Llevo mi teléfono, que si se angustia me llame para venir a recogerla. No pienso quedarme en la casa de Antonio Hernández-
- Manuel, tú… -
- Chaítooooooo –

Benjamín atraviesa la puerta con su chaqueta negra al hombro y un cigarro en su mano libre. No le interesa que afuera está nevando, se aventura de todas formas. Francis no lo detiene ¿para qué?

“Creo que ya lo entendiste”

Rápidamente Francia sube a ver a su hermano. Le encuentra tirado en el suelo, dándole la espalda al techo.

- Voy a levantarte-
- No, así estoy perfecto – Le detiene.
- Fue una suerte que llegara rápido. Ojala haya comprendido-
- ¿Comprendido qué? – Inquiere Antonio más para sí mismo que para Francis - ¿Qué siempre nos haremos daño y que hay que perdonar hasta el infinito cada atropello? –
- No – Revira Francis, sentándose en la cama con pesadez – Me refería a que estás arrepentido y llevas siglos lamentándote de haberlo violado esa noche –
- ¿Cómo…? – Antonio mueve su cabeza para mirar a Francis completamente avergonzado.
- Soy viejo. No necesito que me expliquen de dónde provienen ni el enojo de Manuel ni los niños –
- ¡Vaya!-
- ¿Crees que con esto ha disminuido un poco su cólera? –
- Es ingenuo de mi parte creer que no volverá a hacer lo mismo varias veces más antes de que logre comprender lo que nos está ocurriendo. Ahora sin duda debe sentir lástima y confusión ¡Sino lo sabré yo!-
- Pero… -
- Es un niño todavía. Déjalo a su aire, que él descubra poco a poco qué significa esa mezcla de ira, compasión y tristeza que tiene atorada en la garganta. A mi me queda sólo recibir el castigo a mis errores –
- Mal asunto es que te dejes gobernar así por los curas –
- No. Esto lo aprendí solo después de lo que pasó con Inglaterra. La gente se va olvidando de esas cosas, pero a nosotros siempre nos queda en el alma la huella amarga de cada traición. Es lo que nos toca y los mayores estamos casi entregados a nuestra suerte. Tanto a él como a cada uno de sus hermanos les queda un largo camino por recorrer -
- Aún así  no tiene perdón. Hace tiempo que dejamos de retarnos a duelo y de toda esta tontería del honor -
- Él es él – Una sonrisa adorna la boca hinchada de Antonio – Como Romano, no piensa antes de hacer las cosas. Ya madurará, creo –
- Ojala sobrevivas…-
- La próxima vez, Francis… Eso lo sabremos la próxima vez-.

No hay comentarios: