- Sé a qué has venido, Benjamín- Declaró Antonio de forma serena.
- Mi nombre es Manuel, grábatelo en la cabeza – Replicó el muchacho, alzando su puño cerrado- No soy nada tuyo –
- Te mientes sin razón. Yo te di hasta el nombre y te has puesto un simple apodo para sentir que eres independiente de mí ¿Verdad? – La calma del hombre descolocó a Chile – Sin embargo en el fondo de tu corazón siempre sabrás que Manuel es simplemente un escudo, como lo fue cada uno de esos mortales a los que arrastraste al paredón con tal de concretar tu venganza sobre mí –
Tras casi doscientos años Benjamín se enfrentó al rostro gélido que descubrió en su primer abrazo. Antonio aún sonríe, mas su boca está deformada en una caricatura de la expresión que todos conocen; es la naturaleza que siempre ha reservado para su hermano más “amado”. En Benjamín arde el genuino anhelo de ver sangre en esa cara diabólica. Sin previo aviso echa su cuerpo hacia delante y con toda la fuerza que posee le asesta a su agresor un puñetazo en el estómago. Antonio se dobla sin oponer resistencia, su cabeza quedando a la altura de la boca del muchacho.
- No vuelvas a hacerlo, Antonio – Le amenaza con los dientes apretados – Deja de portarte como si me conocieras -
- No es “como” si te conociera – Musita éste con un hilo de voz – Yo te crié. Yo te domé. ¿Aún te punza? No creas que no me dí cuenta; cuando estás cerca de mí tu espalda aúlla por cada una de esas marcas –
Benjamín responde con un nuevo revés en la cara de su interlocutor. ¡¿Cómo se atreve a hablarle de esa manera?!
- Quítate la máscara, como yo lo hice tanto tiempo atrás- Prosigue Antonio al tiempo que se endereza y mira con sus ojos helados a Benjamín (O Manuel, whatever) – Para ti no es desconocido lo que siento y lo que quiero. Puedo verte, ahora ¿puedes verte tú? ¿Serte sincero de una vez por todas? -
Ofendido, el joven le da un nuevo golpe en la mejilla a lo que Antonio responde con una sonrisa de regodeo.
- ¿Seguirás golpeándome para que me calle? No posees modales- Añadió España.
- ¿Eres imbécil o qué?- Se defendió Benjamín. Intentó otro ataque, sin embargo su víctima le detuvo agarrándole con fuerza el brazo.
- No importa cuánto hagas, estamos a solas. ¿Entiendes lo que eso significa?- La sonrisa se ensanchó aún más- Has sobrevivido a tanto, Benjamín…-
- ¿Piensas hacerlo de nuevo?-
- ¿Es lo que quieres? La razón por la cual me odias así, hermanito, es sencillamente porque deseas tanto como yo abrazar la pasión y dejarte caer. Te duele todo lo que le hice a tu gente, no lo dudo, sin embargo- Su otra mano se posó en el pecho del muchacho – Aquí, hay mucho más que odio. Hay deseo –
El joven retrocedió, soltándose del agarre.
- ¿Quieres que lo describa? ¿Cada paso de tu vida desde ese día? Sé lo que se siente, cambiar desde el fondo de tu alma, aborrecer y rogar a un tiempo. No creí que fuera posible, pero cuando me encerraste en ese barco lo pude comprender: la tensión de la carne, el hambre de poder, nunca puedes librarte de esas sensaciones. He rememorado ese momento tantas veces como tú, mi carne también grita cuando siento tu proximidad, todos estos años, mientras buscaba entre los demás tu espalda, quise volver a percibir la electricidad que tu aroma deja escapar en mi interior –
Manuel volvió a replegarse, aterrado por esas palabras ¿Era eso lo que sentía en verdad?
- Golpéame – Pidió Antonio mientras abría sus brazos para dejar expuesto su frente- Déjate llevar por lo que sientes y que tu cuerpo retome sus movimientos naturales
- No puedes ser tan… Weón ¿Quieres que te pegue? Lo haré -
Se lanzó sobre su interlocutor preso de un arrobamiento infernal. Lo derribó, lo puñeteó en la cara, en el pecho sin que el otro se resistiera y después le sacó a tirones la camisa blanca porque quería escarbar más y más adentro, hacerle tanto daño que después Antonio fuera incapaz de respirar siquiera. Sus ojos se tropezaron en la marca que dejó su bala en Chacabuco, una cicatriz horrenda que hizo a su corazón contraerse de dolor.
Sin embargo no tuvo oportunidad de reflexionar sobre esos recuerdos porque Antonio le tomó la cara entre las manos y le besó, obligándolo a recostarse sobre su cuerpo tibio. Cálida como lo recordaba, la lengua le dejó un regusto a sangre en el paladar, el roce con ese cuerpo conocido le azotó el apetito y su sexo se fue despertando poco a poco. Antonio por su parte disfruta con largueza la amenaza que Benjamín ejerce sobre su piel castigada y abre sus piernas para poder apresarlo y nunca perder ese contacto. Gemidos obscenos acompañan cada movimiento de sus caderas para rozarse con Benjamín, incitando a este a abrir todavía más la boca y ofrecerle suaves mordiscos en los labios, como si estuviera comiéndose una manzana con todo el tiempo del mundo para degustarla y deshacerla en su interior.
“Gimes como una mujer ¡Y una bien suelta!” se dice Benjamín sonriéndose “¿Qué diablos esperas de mí?”
- Deja de pensar, no te servirá ahora- Le regaña su hermano mayor – Sólo fóllame, cabrón-
- ¿Ah?-
Un intenso rubor se apodera de las mejillas morenas para confirmarle a Benjamín que escuchó perfectamente. No fue capaz de reprimir una sonrisa burlona mientras deslizaba su mano hacia el sexo de Antonio para darle un poco amistoso apretón.
- ¿Te calenté? Por eso querías que te pegara ¿verdad? ¡Qué asco me das!- El susurro pegajoso y caliente produjo una onda dolorosa en las caderas de Antonio.
- ES UNA ORDEN- Deja escapar más allá de todo autocontrol.
- Y si te la meto ¿Qué? ¿Irás mañana a pegarte en el pecho delante del cura?- El joven frota por sobre los pantalones la entrepierna sensitiva que lo fustiga con palpitaciones violentas.
Benjamín se pone de pie entonces con una mueca de crueldad en la cara. La deshonra en la expresión de su hermano lo regocijó hasta lo más profundo del alma, tanto como para ignorar su propia necesidad.
- Estás enfermo- Dijo con tono suave – Así me gustas mucho, lloriqueando como un mamón para que tire contigo. Pensé que valía la pena hacerte lo mismo, violarte y oír tus gritos retumbar contra tus cosas caras, pero veo que no me da tanto placer esa ilusión como la que ahora siento al verte así, dispuesto a bajarte los pantalones si te sonrío -
La panorámica no pudo deleitarle más: en mitad del salón de su palacete, medio desnudo sobre una alfombra roja el “conquistador de las Indias” le pareció poco más que una de esas putas paradas en las esquinas. Sus piernas abiertas todavía no impidieron a la luz del ostentoso candelabro resaltar aún más su necesidad.
- Chao, maricón-
Salí de la casa más alegre que nunca en mi vida. Lo que quería al golpearlo era someterlo, ser más fuerte que él. Lo conseguí sin tener que hacer mucho, parece que él quería estar así desde el mismo viaje en barco hacia su patria. No me di cuenta hasta entonces de quién era el verdadero amo.
Benjamín caminó por espacio de 10 minutos hasta pillar un taxi y pedir que lo llevaran a la embajada de Francia. Sonreía de gusto porque había ganado la última batalla también. Su sexo pide atención, pero no hay necesidad de alentar al cuerpo cuando se encuentra satisfecha el alma.
La venganza está servida.
Francis entró sigilosamente por la puerta de la cocina asustado de la suerte que su hermano pudo correr a manos de Benjamín. Era obvio temer tras la conversación de la tarde, el muchacho parecía determinado a descerrajarle un tiro en la cabeza a Antonio, así que dejó a la gente con el embajador para después subirse a su automóvil y pasarse todos los semáforos que se le cruzaron por delante hasta la casa de su hermano. En el camino imaginó cien escenarios, desde que Benjamín golpeaba la cabeza de Antonio con el candelabro de la mesa hasta que Antonio le atravesaba el pecho a su hermano con la espada que está sobre la chimenea. Sangre iba a correr, eso ni pensarlo.
Sin embargo, nada lo preparó para la impresión que recibió al tener en su rango de visión la sala de estar.
Apoyado contra uno de los sofás, justo frente a él, Antonio dejaba escapar un par de lágrimas. Sus piernas permanecían dobladas, la camisa sobre uno de sus hombros, dejando el otro al descubierto con su profunda cicatriz. Gotas de sudor bajan por el pecho moreno, los párpados apretados con rabia y el dolor marcado en su rictus antes jovial.
Doblado sobre su estómago el hombre se acariciaba con furia, atosigando su sexo con vaivenes desesperados, las caderas ondulando contra la nada, maldiciones desgranándose entre los dientes apretados.
- Maldito seas, Benjamín – Dice en voz alta, ansioso por un final para su lenta humillación – Te odio -
Con un renovado resentimiento Antonio muerde su orgasmo, la lengua aprisionada por sus dientes, el miembro estrujado entre sus manos calientes. El líquido le mancha las ropas desordenadas, pero eso a él le da exactamente lo mismo hasta que sus ojos verdes se topan con las mejillas rojas de Francis.
El inesperado testigo, con la honesta intención de no humillarlo también, da la media vuelta para dejarlo solo entre sus lujos. Sin embargo este gesto sólo enfurece y avergüenza más a su hermano menor, quien no tiene otra opción aparte de sonreír ante la paradoja:
El que sigue esclavizado por el pasado es él.

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