11 mayo 2010

Furia (Fanfic EspañaXChile) Capítulo 2

02. Derrota




Rancagua, 2 de Octubre de 1814


- ¡Perdimos el polvorín!
- ¡¿QUÉ?!


Ni siquiera puedo recordar bien la hora en que recibí aquella devastadora noticia. Nos quedábamos finalmente desprovistos de municiones y de armas. O’Higgins aguardó con paciencia a Carrera, pero este nunca llegó, no entiendo por qué.


- ¿Qué hacemos?- Pregunté entonces, completamente desorientado. Bernardo me miró con ira en la expresión, se siente traicionado.
- Debemos replegar a la tropa y emprender la retirada - Murmuró apretando sus dientes con fuerza.
- ¡No podemos hacer eso! ¡Se van a tomar Rancagua y con ello...!
- ¡Lo sé!- Gritó él- Pero no podemos permitirnos el morir aquí, no ahora. Nos abriremos paso y romperemos el sitio para avanzar
- Entonces, Bernardo, que se haga lo que tú quieras. Yo me quedo acá, no todos pueden moverse por sus propios pies. Yo estoy bueno y sano todavía, así que atosiga a tu caballo y ándate lo más rápido que puedas
- Ben... - Él quiso decirme algo, pero yo bajé la cabeza para no encontrarme con sus ojos de irlandés indignado. Yo era lo menos importante ahí; no iba a morir, no moriría mientras él siguiera vivo.
- ¡ÁNDATE, CARAJO! ¿No me escuchaste? Yo me quedo, ándate por la cresta, ya no pierdas más el tiempo - Nos miramos por un largo minuto, seguros de no volvernos a ver. Carrera nos falló de forma imperdonable, la confusión mermó el ánimo de los míos y por último se involucraron demasiados inocentes en este atrincheramiento. El maricón de Osorio no había hallado nada mejor que incendiar las casas del pueblo, matando a cuanto soldado y ser humano se le cruzase por delante. No se salvaron ni los perros.


Mientras las balas nos silban en los oídos, O'Higgins empieza a mover su caballo para reagrupar a los que todavía tenían buenas sus piernas y podían correr. Yo reuní a los que estaban más heridos, para poder defenderlos con los que aún podían hacer algo o derechamente decidieron quedarse a cuidar de Rancagua. Lo último que vi de Bernardo en años fue su espalda recia doblada por la amargura.


Estábamos derrotados. Las ansias de libertad que inflaban mi pecho se revolvieron apretándome las entrañas, atenazando el dolor fantasma de los rebencazos en la espalda que recibí de Antonio algunos años antes.


- ¡Vamos soldados! Sostengan la bandera ¡No nos matarán sin que les metamos los cañones por el culo!


El soldado que tiene por misión sostener la bandera de Chile se mantiene en pie, envalentonado por mis palabras. El grupo de O'Higgins termina de organizarse y sin meditarlo mucho enfila hacia los soldados cara a cara para hacer el camino hacia el norte.


Yo me quedé, era mi obligación así como fue el deber de tantos otros que decidieron entregar allí la vida.


**
Benjamín apretó su arma y retomó la lucha. Tiene la ropa rasgada, el cabello empapado en sangre y pegoteado con tierra, sin embargo sus ojos brillan como nunca antes. Para él, perder ahora que estaba tan cerca de sacudirse a Antonio de encima era una burla del destino. Una soberana mierda.


Resistió con pura fuerza de voluntad, porque sus piernas ya no se lo podían. Su mano derecha lucía una herida de bala, un soldado le ha cortado la panza y los ojos apenas se enfocan en lo que hay delante. A su alrededor se apilan los muertos iluminados torvamente por un sol que se esconde; algunos tan jóvenes que lloraron por sus mamás en el minuto final mientras que los últimos vivos se arrastran intentado obtener del aire las fuerzas para resistir un poquito más.


La bandera tricolor adornada por una pañoleta negra, señal clara de que la patria moría o se liberaba en esta batalla, es casi lo último que se derrumba a los pies de los españoles. Benjamín la mira justo antes de cerrar los ojos doblegado por los impactos de culata que le prodiga un muchacho taimado.


"La bandera... La bandera no debe caer..." se dice antes de perderse en las tinieblas, atosigado por las viejas heridas en su espalda. Sus últimas fuerzas se le van en una maldición para Antonio, ese cerdo ignorante.


La batalla concluye y la violencia no disminuye. Los españoles se limitan ahora a vendar a sus heridos y rematar a los moribundos chilenos a bayonetazos, para no gastar balas.


Un hombre mayor se acerca a Benjamín y pone dos dedos bajo las ventanas de su nariz. Comprobando que todavía respira, le abre la guerrera y le mueve la cara para mirarlo bien. Con alivio tras el registro, éste se reincorpora y exige a dos subordinados tomar a Benjamín para subirlo a la grupa del caballo más cercano.


- ¿Serás tú el hombre que Antonio ha requerido?- Resopla el comandante mientras a Benjamín lo ponen cruzado sobre una yegua de color café.- La virgen así lo quiera, a mis años no estoy para regañizas- Añade sin despegar su mirada del muchacho.
- Mi comandante Osorio- Irrumpe un soldado - ¿Qué hacemos ahora?
- Entierren a los nuestros y descansen por esta noche. Mañana emprendemos el camino a Santiago - Ordena dándole la espalda a Benjamín- ¡Ah! y a este del caballo mójenlo un poco y pónganle vendas. Cuida de que no se muera, sino nos cortan la cabeza a todos
- ¡Sí señor!


El comandante se acomoda un poco su cabello revuelto. ¿Por qué Antonio mostraba tanto interés en un simple soldado? Incluso se dio el trabajo de describírselo con pelos y señales: Ojos grandes y castaños, poca barba, expresión adusta, cejas pobladas, cabello largo y rebelde, contextura mediana, estatura más bien baja (Aunque no tanto como O'Higgins) piel morena y su característica principal; una cicatriz corta y hundida en el hombro derecho. De todas formas eso no preparó al hombre para no sorprenderse ante el parecido que tenía este desconocido con Antonio; cualquiera juraría que eran primos... o hermanos.


"A mí me criaron para obedecer" se dijo el comandante Osorio para espantar sus conjeturas "los asuntos que Antonio tenga pendientes con él no deben ocuparme, pero que lo proteja la virgen de sus intenciones"


Benjamín deliró de fiebre durante todo el camino a Santiago. Los solados que lo vigilaban le escucharon hablar de Mapuche, el Pillán y un rebenque tantas veces que terminaron picados por la curiosidad, más cuando en un paroxismo de fiebre empezó a gritar dormido que le cortaría la hombría a Antonio si lo dejaban solo cinco minutos con él.


Después de dos largas jornadas de caminata, el ejército español llegó a Santiago donde fueron recibidos por los realistas y por Antonio en persona, quien durante un mes había sido protegido por los más fieles al Rey.


- Don Antonio- Susurró Osorio cuando estuvieron en cierta soledad - He traído al hombre que me ordenó buscar en el campo de batalla
- ¿Está vivo?
- Si, Don Antonio. Sobrevivió el sitio y el viaje. Sin embargo, su condición no es la mejor
- Llévalo a mi casa, Mariano. Después de eso puedes retirarte a descansar - Replicó Antonio con tono displicente.


Por fin tras la sostenida ausencia Benjamín regresaba a su casa, como hacen los hijos descarriados. Antonio de inmediato dispuso de su propia habitación para recibir al joven, sus ojos esmeraldas destellando de un sentimiento indefinible. Así en menos de una hora Benjamín había sido nuevamente bañado, limpiado y depositado en un lugar donde poder seguir soñando sus pesadillas de fiebre. El médico personal de Antonio dijo que tenía una infección producto de las heridas y se limitó a darle algunas medicinas antisépticas y rogar que lo dejasen descansar para combatir la fiebre de la mejor manera posible. Tras despedir al anciano, Antonio se quedó solo en la habitación con su hermano menor para velarle el sueño.


"¿Por qué eres tan insolente?" se dijo cansado el muchacho mayor depositando su mano sobre la compresa con agua fría en la frente de Benjamín"¿No ves las cosas que tengo que hacer para ponerte en cintura? Arriesgaste tu vida otra vez y he tenido que salvarte de tu propia incapacidad ¿De verdad crees que eres lo bastante adulto como para empezar a vivir por tu cuenta? Sólo estás imitando a Francis y a Alfred, pero ninguno de ustedes tres entiende lo que es vivir solos, necesitan ser protegidos de la voracidad de los otros y de su propia inexperiencia"


- Eres todavía un niño, Benjamín. No entiendes nada de la vida a pesar de tus años porque siempre pensaste que el mundo no iba a cambiar, que nadie podría hacerse cargo de ti. Tengo muchos hermanos menores de los cuales ocuparme y es muy triste que tú me estés dando problemas, porque creo que tienes la capacidad de llegar tan lejos como lo ha hecho Perú. Todo esto es culpa de Francia. Quédate hermano, no te marches de mi lado, sólo yo puedo cuidar de ti en la forma correcta y volverte un hombre de bien, alguien obediente y temeroso de Dios
- Arde...
- ¿Benjamín?
- Arde... mi espalda arde - Musitaba apenas el muchacho en la cama - No me harán más daño, nunca más...
- Era lo que tenía que suceder - Replicó Antonio con pesar - Como tu hermano, mi deber es corregirte cuando haces las cosas mal
- Me duele... Ya no quiero que sangre más-
- Descansa Benjamín. Yo estoy acá
- Seré... Libre... Quiero mi libertad...


"¿Por qué dices eso?"


Antonio se puso de pie y abandonó la habitación enfurecido. Sus ojos verdes tenían un brillo frío ahora, muy lejano a la ternura sentida un minuto atrás.


"¡No puedes vivir solo! ¡Eres un niño!"


Para España las colonias eran salvajes, creían en divinidades paganas, no conocen a Dios y en eso radica esa soberbia y la incapacidad de protegerse por sí mismos. Todavía les queda mucho por aprender, creía España, jugar a ser mayores sólo los arrastrará a un caos.


**


Benjamín decidió quedarse con Antonio para poder ayudar a sus compañeros a organizar el retorno y la liberación definitiva. Como Lautaro, Chile se volvió callado y obediente, fue a misa y trabajó de sol a sol para así ocultar su correspondencia y sus intenciones de expulsar para siempre a España de su casa. A su alrededor la gente se mostró confusa y desilusionada de los resultados de la guerra: Constantemente se vacían los hogares porque sus dueños viajan al exilio, niños huérfanos por la guerra mendigan en las calles y los empleados de las casonas realistas perdieron los motivos para sonreír. Era como si el mistral se les hubiera metido en el pecho, enfriándolos por dentro.


¿Cuánto abuso había que tolerar antes de recuperar la sonrisa?


Llegó entonces el día que Benjamín recordaría hasta su más mezquino detalle. El día en que España le prodigó personalmente la humillación final.


**
Santiago, 6 de Febrero de 1815


Muchos patriotas han sido encarcelados. No es para menos, con la agitación que poco a poco se apodera de esta ciudad. Los rumores cuentan que los chilenos exiliados en Mendoza planean volver dispuestos a lavar la afrenta recibida en Rancagua y a pesar de las acciones que Osorio ha tomado para dar a entender que España no dejará ir tan fácil esta tierra, el deseo de libertad se puede sentir con tanta fuerza como la lluvia en la primavera.


Lo que para muchos son rumores en las chinganas para mí constituye una certeza que me otorga renovadas energías. Bernardo, Manuel y José Miguel me han enviado mensajes con los frailes, los arrieros y algunos españoles que nos apoyan: Argentina está preocupado por mí, determinado en su empeño de ayudarme a romper las cadenas de Antonio y entonces socorrer a Perú, baluarte orgulloso de la hegemonía de este bastardo.


-Vamos a mandarnos solos- me confiesa uno de mis compañeros de servidumbre mientras sonríe por primera vez en meses - Don José Miguel no se ha olvidado de nosotros y resiente mucho de su error en Rancagua, quiere redimirse Don Benjamín, nos ama a todos y dará la vida por su patria- Yo sonreí, pero no soy tonto y estoy seguro de que esto se volverá todavía más complejo. O’Higgins y Carrera no pretendían trabajar en equipo nunca más, en tanto Manuel ideaba sus propias estrategias para defender a los suyos. Así, con cada uno por su lado, me es difícil creer que esto demorará poco tiempo o que saldremos bien librados.


De manera que sigo calmadamente atendiendo a Antonio para facilitar la información que requieran los exiliados. Mi amo cree que he recapacitado y se muestra amable e incluso cariñoso conmigo; no sé qué le pasa exactamente por la cabeza pero si sé que cree haberme domado después de salvarme en Rancagua. Es cierto que por ahora les debo mi vida a él y a sus subordinados, mas eso no me va a desviar de mi deseo. No hay gratitud que esconda el dolor y la rabia que le tengo ahora, menos cuando ha tomado a todo aquel que repite mi deseo en voz alta y le ha arrestado para enviarlo a Juan Fernández o secarlo en los calabozos de la cárcel. ¿Es tan terrible desear algo como esto?


Ni por un momento he creído que estoy inmaduro para acometer semejante hazaña, cualquier cosa es mejor que la servidumbre a la que he sido sometido por siglos.


***




- ¡Benja!- El muchacho se despierta asustado. Ha terminado apenas la hora de la siesta y es muy extraño que algún empleado de la casa entre de golpe para sacudirlo de esa manera.
- ¿Qué pasa?- Pregunta restregándose los párpados.
- Es San Bruno ¡Está disparando dentro de la cárcel!


Con rapidez Benjamín se pone su chaqueta y sale disparado hacia la cárcel de la ciudad. Ya a cuatro cuadras de distancia se escuchan los balazos sin ton ni son. Varios curiosos y familiares de los presos intentan amontonarse en la entrada, mas los soldados de San Bruno los repelen con las bayonetas en ristre, amenazando con replicar los disparos fuera de la cárcel también.


Mientras Chile intenta averiguar lo que acontece, Antonio entra en la vieja casona dirigiendo sus pasos directamente hacia la habitación de su hermano. El fuego destella en sus pupilas verdes pues no puede creer lo que ha escuchado de labios de San Bruno unos minutos atrás.


“No. No es verdad, Benjamín no es de los que traicionan, él es derecho y siempre me ha dicho lo que se le pasa por la cabeza. No se atrevería a esconder algo de mí, soy su hermano”


Sin embargo, la verdad le abofeteó al hallar los cortísimos trozos de esperanza, de puño y letra de los patriotas. No fue difícil inferir las intenciones con las cuales su hermano se acercó a él en estos meses ni los planes que abriga en el corazón.


Benjamín lo halló medio ebrio en su habitación algunas horas más tarde. Antonio se recostó de la cama desecha en el único espacio libre que dejó el desorden. En la mano derecha aferraba los papeles y en la izquierda la botella de vino, iba sin su chaqueta y la chupa azul perdió varios botones en la vorágine de la rabia.


- Eres un traidor Benjamín… - Lo acusó apenas pudo hablar.
- ¡Es tu culpa! ¡Mandaste a San Bruno sólo para que yo saliera de aquí! – Le acusó el muchacho al comprender lo sucedido - ¡Mataste a hombres inocentes sólo para introducirte en mi cuarto! ¡Bastardo!
- ¡Insolente!… Yo te acogí como a un hermano y te hice quien eres… Sin mi, Benjamín, todavía serías un salvaje sin conocimiento, no sabías ni hablar cuando te vi la primera vez ¿Así pagas mis desvelos? ¿Es esta la gratitud que merezco?
- ¿Es que no lo entiendes? ¿Eres estúpido o qué? Me has sometido por años ¡No soy tu hermano, soy tu sirviente! – El muchacho intentaba darse a entender con gestos amplios de sus manos. Mientras él hablaba, Antonio deslizó una de sus manos hacia la nuca y se soltó la cinta que le ataba el cabello largo para luego reposar su brazo sobre la rodilla doblada. Benjamín no lo percibió entonces, pero Antonio se abandonaba a la rabia con cada palabra suya – Me lo has impuesto todo; ropa, religión, modales, idioma. No me educaste; me amaestraste como si fuera yo un perro callejero. Por supuesto que sostuve relación con los exiliados, no me arrepiento ni me avergüenzo y por eso mismo no te he traicionado…
- He salvado tu vida una y otra vez – Le interrumpió su interlocutor con tono sombrío y la vista baja – Sino fuera por mis tropas estarías muerto. Te di techo, amor, disciplina, educación. Me desvelé noche y día por ver que estuvieras bien, que esta tierra fuera productiva y pacífica ¿para qué? ¿Para que te entregases a las primeras palabras sugerentes de Francia? ¿Para que creyeses que puedes imitar a Alfred y morder a la mano que sólo te ha acogido?
-¡Entiéndelo! ¡Has derramado sangre en mi casa! ¡Me esclavizaste! ¡No soy para ti más que una posesión de la que puedes obtener provecho! Yo no soy tu hermano, Antonio ¡NO TE PERTENEZCO!- Benjamín se dio la vuelta dispuesto a abandonar la habitación.
- ¡VUELVE! ¡ES UNA ORDEN!- La potencia en estas palabras clavó al muchacho en su lugar, perturbándolo con una emoción desconocida para él hasta entonces: Terror. Lentamente se dio vuelta, sólo para toparse con los gélidos ojos del que hasta entonces le había amado. Sin dejar de mirar a Benjamín, Antonio se puso en pie, las guedejas castañas cubriéndole parte del rostro, la ropa desarreglada, la botella todavía entre sus dedos.


- ¿Mi propiedad, dices? – Su tono de voz enronquece peligrosamente, algo que Benjamín es incapaz de interpretar. Rápidamente España alcanza a su hermano menor y le toca la cara con ambas manos, dejando caer la botella sin más ceremonias.


El líquido se derrama a los pies de ambos, creando un lazo amoratado que los une en las sombras.


- Estoy hastiado de tus quejas. Nada te gusta, no te conformas con mis regalos, siempre quieres más. Y no importa cuántas veces te lo explique, es imposible hacerte entrar en razón. Me has cansado


Sin saberlo, el muchacho abrió la única puerta que no podría cerrar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wuo, genial, de veras esta buena, ademas que amo la hitoria de mi pais. Felicidades, estoy en desacuerdo con alguno que otro aspecto pero en general relata bien la historia de la independencia.